Ojalá todos fuerais así

Por Clara Oscura

Miniatura de vídeo de El peluquero de los mendigos de Londres - via El Mundo
El vídeo de hoy tiene de protagonista a un peluquero, de imagen impecablemente moderna, que de forma altruista regala cortes de pelo y estilismos a personas sin hogar. Así, éstas pueden acudir a sus entrevistas de trabajo con una imagen apropiada. Una sucesión de vídeos e imágenes enternecedoras, acompañadas de música que busca intencionadamente esperanzar, nos envuelve mientras un texto relata las hazañas de un héroe arquetípico que, realmente, lo único que ha mostrado es un sentimiento que las mujeres conocemos bien: la empatía.

   Tras este vídeo aparece otro: un grupo de veterinarios encuentra “casualmente” un perro moribundo en la calle o en el campo. Contra todo pronóstico, sienten empatía por el perro y deciden no dejarlo morir e intentar curarlo. Por lo general el vídeo termina con imágenes y clips del perro en cuestión recuperado, con kilos de salud y pelo brillante, en su nuevo hogar.

   Otro clip nos narra una nueva hazaña: el dueño de un perro con artritis tiene tan enorme capacidad de empatía que lo lleva a un lago donde lo sumerge para que así sienta alivio. Las fotos que lo acompañan son dignas de un fotógrafo profesional. La cosa es que no sabemos si ese dueño lleva a su perro al lago a menudo o sólo esa vez, para hacerse las fotos.

Foto: Hannah Stonehouse

   Una no puede evitar preguntarse de dónde sale toda esa documentación: vídeos, imágenes profesionales… ¿Es fortuito? Si es fortuito ¿estas personas salen con la réflex en mano no vaya a ser que les pille desprevenidos un acto suyo de inconmensurable heroicidad? Porque si no, lo que parece es que van buscando situaciones para darse notoriedad. Se trata de vídeos de una factura elegante y moderna, con una música bien escogida, con imágenes y vídeos de todo un proceso, desde el inicio hasta el final y con un mensaje moralizante y profundo.

   ¿En serio un fenómeno tan básico en el ser humano, como es ponerse en el lugar de otra persona o animal, necesita de esta propaganda emocional que lo equipare con una rareza? Llamadme malpensada, pero esta forma de actuar, con el entusiasmo de un neófito hacia una nueva sensación, concuerda con la socialización masculina en la que falta empatía y sobra narcisismo.

   Pero esperad, que hay otro vídeo más: un hombre, en un ejercicio incomprensible de empatía, decide correr la maratón con su hijo en silla de ruedas. Casualmente el padre es corredor de maratones, pero eso no impide que sea elevado a categoría de héroe para el público en general. La música del vídeo ayuda. Se nos escapa una lagrimilla de emoción. Y este vídeo termina, como todos, con un mensaje: ojalá todos fuéramos así.

   Y he aquí donde yo digo: No, ojalá todos fuerais así. Ojalá, la otra mitad de la población fuera socializada en la empatía como lo somos las mujeres. Ese sentimiento, el de empatía, no nos es ajeno a ninguna (salvo algunas excepciones, como en todo) ya que hemos sido educadas en él. El epítome de la femineidad es la mujer que antepone los deseos de los demás a los suyos propios, la abnegación, el ocupar el lugar del otro y abandonar el tuyo (y esto último puede ser la clave). El arquetipo de madre luchadora se promueve pero nadie hace vídeos emotivos de madres elevadas a la categoría de heroínas que se han quedado cosiendo de madrugada el disfraz de sus hijxs renunciando a su descanso, ni de madres que planean la comida de toda la familia teniendo en cuenta las intolerancias y gustos de cada miembro, ni de mujeres que dejan su trabajo para ocuparse de un dependiente, arriesgándose a quedarse en la penuria económica, ni de abuelas que ceden su casa y su pensión de viudedad a la familia de sus hijxs, mientras cuidan de sus nietxs para que sus hijxs puedan ir a trabajar, tal vez de peluquero que ofrece cortes gratuitos a personas sin hogar. Y es que la empatía a las mujeres se nos supone y es en el momento en el que falta en nosotras cuando resulta un hecho reseñable.

   No, nosotras no necesitamos que se nos eduque para ser empáticas. Conocemos de sobra la sensación de congoja cuando unx amigx se echa a llorar al contarnos una mala situación y no poder evitar la explosión de nuestro propio llanto. Conocemos de sobra la sensación de malestar al ponernos en el lugar de una familia que está pasando una situación dolorosa, una familia que no conocemos y que nos presentan a través del televisor. También se nos pueden escapar unas cuantas lágrimas. Conocemos bien la sensación de terror al ponernos en el lugar de víctimas mediáticas de violación o maltrato, como queda probado por las miles de mujeres que han protestado en la calle tras la sentencia de “La Manada”. No, no necesitamos que se nos eduque para ser más empáticas, más bien hace falta que se nos eduque en la asertividad, en la confianza en nosotras mismas y, sobre todo, en la empatía hacia nosotras mismas.


Comentarios

Entradas populares