LAS INNOMBRADAS



Tendría unos diez años cuando vi Memorias de África. Hay una escena de la película en la que, al estallar la primera guerra mundial, unos soldados se acercan a la granja de la Baronesa Blixen a decirle que tienen orden de recluir a todas las mujeres y los niños, a lo que ella responde: "¿Es una sola categoría o dos?". Era yo muy pequeña, pero esta respuesta me hizo pensar mucho durante mucho tiempo. Hay que tener un respeto a las convicciones ajenas, cuando se exponen desde un paradigma intelectual. Si no menosprecias a tu interlocutor, debes suponer que ha llegado a conclusiones por medio de un largo proceso reflexivo. El masculino no es genérico por casualidad, como podría serlo de igual manera el femenino. Las mujeres no éramos ministras, así que la palabra "ministros" no englobaba a las ministras. Las mujeres no éramos ciudadanas. Las mujeres no éramos nunca mayores de edad. A las mujeres no se nos nombraba, durante la práctica totalidad de la historia, porque no éramos sujetos de nada: ni de la política, ni de los derechos civiles, ni de nuestra propia potestad sobre nuestras vidas y bienes. En este principio del camino hacia un cambio estructural que nos permita llegar a una igualdad fáctica, las mujeres queremos empezar por ser nombradas, que se nos vea sin lugar a dudas en los puestos que a duras penas conquistamos, que nuestras niñas se vean representadas en la imagen mental que se forma cada vez que se escucha una palabra que designa a un sector de la ciudadanía, porque el masculino genérico no es innato, y lo que conlleva ese "genérico" se aprende después de haber aprendido que hay hombres que se nombran en masculino y mujeres que se nombran en femenino. Hacer burla de esta legítima demanda de las mujeres es ser dañino, prepotente, desdeñoso y, sobre todo, ignorante.






                                          Cater Pillar

Comentarios

Entradas populares