LOS BAÑOS PARA LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD

En muchos establecimientos públicos y de hostelería existen baños adaptados para personas con discapacidad. Lo que no deja de asombrarme es que ese baño esté en el mismo lugar que el baño de mujeres y en ocasiones sea el mismo. Es decir, ciertos hombres están autorizados a entrar en nuestros espacios privados.
Esto me lleva a varias reflexiones. La primera es que seguimos siendo consideradas cuidadoras sin que se pase por la mente de la sociedad en general que un hombre pueda ayudar a su hijo, padre, hermano o amigo con movilidad reducida a orinar o defecar. Parece ser que un hombre heterosexual está impedido, por misteriosas trabas, para tocar penes y limpiar culos ajenos. Esa es la primera y más básica reflexión y también la que me he hecho desde que he tenido cierta conciencia feminista.
La segunda reflexión, y la que he llegado hace poco tiempo, es que para el patriarcado, y por ende para el común social, los hombres con discapacidad no son realmente hombres. Una persona que no tiene la fuerza, la potencia, el dominio de sí mismo, la autonomía y el poder atribuidos a la masculinidad entra dentro del espectro femenino y por ello su lugar está entre nosotras, aunque tenga biología de macho. Los varones con discapacidad al parecer son menos hombres que el resto y por eso son vulnerables ante los verdaderos hombres e inofensivos cuál niños para nosotras.
La tercera reflexión es que de las mujeres se sigue esperando que cuidemos y empaticemos con todo el mundo, incluso con los varones con dificultades físicas, a los que debemos cuidar y proteger, aunque sea de forma indirecta, admitiéndolos en nuestros espacios sin protesta posible para que no considere que padecemos de fobias varias. Mientras tanto, ellos en su fratria no tienen por qué preocuparse de que nada ni nadie perturbe su masculinidad ni invada sus lugares exclusivos.
La cuarta reflexión tiene que ver con la invisibilización de la mujer con discapacidad en esta sociedad. Mujeres con movilidad reducida tienen que compartir baño con hombres de esa misma condición y nadie de los que diseñan la distribución de los baños públicos se ha parado a pensar que, ante un hombre con discapacidad, una mujer con esa misma discapacidad se encuentra en la misma desventaja que una mujer cualquiera ante su agresor de sexo masculino. Porque un hombre en silla de ruedas sigue siendo un hombre, no un niño, no un ángel. Y si desea agredir a alguien más débil, lo va a hacer. Por todo ello creo que las mujeres, incluidas las mujeres con discapacidad, tenemos derecho a disfrutar de baños públicos segregados por sexo y que ambos espacios estén adaptados para personas con movilidad reducida.

Abra Gadea

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