NI FEMME NI BUTCH, SOLO MUJERES

NI FEMME NI BUTCH, SOLO MUJERES.

Por Abra Gadea



Cuando me empecé a percibir lesbiana una de las cosas que me desconcertaban era el hecho de que yo era bastante femenina, me gustaba pintarme, la ropa bonita, era todo lo contrario a las lesbianas que salían en los medios de comunicación vestidas con camisa masculina, pelo muy corto y formas rudas, poco femeninas, en definitiva. No sólo me apartaba de la norma sino que además me apartaba de la norma lésbica. ¿Cuál era mi sitio? 

Entré en contacto con el mundo LGTB (en aquel momento bastaban esas cuatro letras) y conocí toda la diversidad de mujeres atraídas por otras mujeres. De gustos, maneras y estilos diferentes. Únicamente nos unía nuestro sexo y nuestra orientación. Pero también comprobé que a pesar de nuestra diversidad, se nos etiquetaba en femme y butch. Yo me identifiqué orgullosa como femme. Orgullo contra el cuestionamiento de que fuera realmente lesbiana por parte de aquellas que se decían butch. ¿Realmente entendía? Si te encanta pintarte y enseñar escote? Yo era femme ¿y qué? Después de un periodo en que me sentí avergonzada de mi feminidad, empecé a reclamar que también las lesbianas nos interesábamos por la moda y podíamos disfrutar con las cosas de chicas. No estaba dispuesta a cambiar para agradar a otras mujeres que además que no me atraían lo más mínimo. 

Todo esto sucedió cuando era muy jovencita y no había oído hablar sobre género nada más que para referirse a las personas trans y tampoco conocía a ninguna. 

Unos años más tarde entré en contacto con el feminismo radical y sus teorías. Y me di cuenta de unas cuantas cosas. Entre ellas que la feminidad y la masculinidad son construcciones sociales que articulan la división jerárquica entre los sexos. Eso es el género, el instrumento del patriarcado para oprimirnos a nosotras en beneficio de ellos. Se supone que somos delicadas y afectuosas, de maneras suaves y hablar con voz moderada y palabras biensonantes, preocupadas por estar guapas y soñando con la princesa rosa en nuestro caso. De eso trata la abolición del género, dejar de asociar ropas, gustos, estilos y comportamientos a uno u otro sexo. Y conversando con amigas abolicionistas me di cuenta de que en un contexto feminista es absurdo hablar de femme y butch. Si queremos acabar con el género, no debemos clasificar o evaluar la feminidad de una mujer porque eso es evaluar su funcionalidad para el patriarcado.

Por otro lado hay otra cuestión a valorar y es la réplica de los roles de género que vemos en muchas parejas homosexuales. Cuando los heterosexuales nos preguntan quién es el hombre y quién la mujer nos indignamos puesto que somos mujeres. Pero luego reproducimos esa heteronorma que tanto despreciamos con la clasificación entre nosotras y con la asunción de la toxicidad del amor romántico, otra creación del patriarcado para mantener las cadenas, con sus celos, su idea del “sin ti no soy nada”; incluso la obtención de derechos como el matrimonio debe ser analizada como una trampa en la que podemos caer para seguir perpetuando un sistema que nos quiere sumisas, complacientes y que utiliza nuestros cuerpos para obtener beneficios (incluso nuestra sexualidad es utilizada y manipulada por la industria porno para beneficio del hombre heterosexual) y nos concede el derecho de heteronormativizarnos para desactivar el potencial antipatriarcal del lesbianismo y el amor entre mujeres.

Además como estamos viendo en otros países las mujeres “butch” se enfrentan al desafío de mantener su identidad como mujeres pues son arrastradas en su adolescencia a la disforia y al cambio de sexo mediante la cirugía y la hormonación porque las lesbianas molestamos si no estamos en una peli porno dedicando atenciones a un pene heterosexual. 

No deberíamos permitirlo, deberíamos estar unidas en el empeño por la liberación. Porque con tacones o playeras, depiladas o con pelos en las piernas somos mujeres, porque pintadas y en minifalda o con el pelo rapado y vaqueros somos lesbianas, trabajando de soldadoras o de maestras de infantil somos la clase oprimida y con un plus de discriminación. No somos machorras ni barbies, somos mujeres que aman a otras mujeres, somos humanas y ciudadanas consideradas de segunda clase. Si queremos acabar con el patriarcado y las cadenas que nos impone empecemos a cambiar el lenguaje con que nos denominamos unas a otras. Ni femmes ni butches, mujeres liberándose de lo que les impide avanzar, con vestido o con traje pantalón.

Comentarios

  1. Excelente artículo!

    Te invito a la sección homoerotica de mi blog:

    https://www.revolucionespiritual.com/homoerotismo/

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares