Nosotras no veremos cómo cae el sistema patriarcal

Por Clara Oscura


¿Por qué cuesta tanto acabar con la opresión patriarcal?

Cuando una se mete en el feminismo, cuando una observa todos los esfuerzos que se hacen en diferentes ámbitos y cuando una sigue asistiendo a esa obstinada negación de la realidad, de los datos y de las estadísticas y a ese continuado odio hacia las mujeres (y en especial hacia las feministas), te planteas ¿algún día veré cómo cae el sistema patriarcal?
La respuesta: no.

Si eres activista, o sencillamente eres una persona inquieta y defiendes la justicia social, habrás comprobado cómo con una mayor frecuencia otras causas ganan el corazón de la opinión pública en países donde, supuestamente, se respetan los derechos humanos. Sí, siempre va a haber un componente de población retrógrada y, sin embargo, se advierte una tendencia en la que un mayor número de personas con una orientación sexual diferente a la norma, de personas transgénero o de personas discriminadas por una discapacidad o por cualquier otro rasgo que no se ajuste a lo que la sociedad considera lo deseable, son cada vez más aceptadas, gozan de mayor visibilidad y de trayectorias profesionales y económicas envidiables. Y esta es una tendencia maravillosa que no puede sino alegrarnos a las personas que deseamos un mundo más justo y amable, pero...

¿Por qué estas personas sí y otros colectivos, como el de mujeres, el de personas racializadas y el de la clase obrera no? Porque los colectivos antes nombrados son colectivos discriminados y los últimos son colectivos oprimidos.

Aunque parezcan una misma cosa, "discriminación" y "opresión" son dos asuntos distintos. Mientras que la discriminación implica la marginación de un individuo o colectivo de la sociedad, en forma de castigo u ostracismo, por no ajustarse a la norma, la opresión comporta algo muy diferente: es una relación asimétrica en la que el opresor obtiene una plusvalía del oprimido, el o la cual tiene una función clara dentro de la sociedad en la que se integra. El oprimido no es un marginado. El oprimido es una parte fundamental de la sociedad sin el o la cual la sociedad no funciona con el sistema que ha creado. Una sociedad desigual necesita de oprimidos para funcionar, sin embargo no necesita de discriminados, sencillamente los discriminados le molestan.

¿Qué relación tiene entonces con el feminismo, la lucha anti racista y anti capitalista? La sociedad machista en la que vivimos necesita que las mujeres cumplan su rol subyugado para funcionar. Necesita que las mujeres gesten, paran, cuiden del hogar y de los y las dependientes para que los hombres puedan seguir reproduciéndose y dedicándose a la esfera pública y de poder. La sociedad racista en la que vivimos necesita que personas racializadas cumplan su rol subyugado para funcionar. Necesita que personas racializadas se encarguen de las labores infravaloradas e infrapagadas para que la población blanca o más clara continúe ocupando un espacio de dominación. La sociedad capitalista y neoliberal en la que vivimos necesita que una masa de personas empobrecidas cumplan su rol subyugado para funcionar. Necesita que los y las neo-obreras  se encarguen, en intersección con las personas racializadas, de las labores infravaloradas e infrapagadas para que las clases pudientes continúen ocupando su espacio de dominación y sus hábitos de consumo barato.

¿Cómo funciona este sistema? Funciona teniendo a mujeres trabajando gratis, convencidas de que su labor imprescindible no es un trabajo y que es ridículo pedir una remuneración, a pesar de estar "perdiendo" años de cotización, de remuneración, de experiencia laboral que se reflejará en sus pensiones. Gracias a este sacrificio desinteresado de la mitad de la población el mercado laboral se nutre de trabajadores hombres disponibles las 24 horas del día con la responsabilidad añadida de tener que "mantener" a su familia. Es el trabajador perfecto: disponible y con necesidad.

Lo mismo ocurre con la intersección de raza y clase: la sociedad de consumo se permite precios bajos gracias a esta clase de neo-obreros y neo-obreras, dispuestas a trabajar por una miseria, como en un sádico contrato de esclavitud, felices de tener un trabajo que les permite vivir en la cuerda floja para tener techo y comida. Sin esta masa de neo-esclavos nuestra sociedad de consumo no se sostiene, pues todos los productos de consumo, tangibles e intangibles, son tan baratos a costa de un trabajo neo-esclavo.

Añadir a los colectivos marginados dentro de una sociedad, sin embargo, no supone tanto problema. Sí implica mayor amplitud de miras y una mayor democratización de la sociedad. Significa un agrandar el espacio para que quepamos todos y todas, pero no implica un cambio de estructura. Los mecanismos de los roles siguen intactos porque las personas marginadas no cumplían una función necesaria dentro del engranaje económico y social. Como mucho servían de correctivo o de chivo expiatorio, y en una sociedad moderna, con una idea ilusoria de justicia social, estas actitudes ya no tienen cabida.

Volvemos a la pregunta que abre esta entrada: ¿por qué cuesta tanto acabar con la opresión patriarcal? Porque las mujeres, como hemos visto, cumplimos una función elemental en este sistema: mantener con nuestro trabajo no remunerado la disponibilidad y el compromiso total de los trabajadores (y trabajadoras) y a la vez seguir reproduciéndolos y criándolos. Si las mujeres de toda raza/etnia/procedencia/clase cobraran un sueldo justo por su trabajo el sistema se vendría abajo. Si las mujeres de toda raza/etnia/procedencia/clase renunciaran a ser las que lleven el peso de la domesticidad y los hombres de toda raza/etnia/procedencia/clase se acabaran corresponsabilizando de verdad, el sistema se vendría abajo.

¿Veremos esta caída? Yo lo dudo, pero hay que intentarlo.

Comentarios

  1. Hacía tiempo que no leía un artículo tan inteligente. Me ha encantado. Pienso que tienes mucha razón. Ahora entiendo porque les va mejor a las mujeres trans que a las mujeres.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares