HATSHEPSUT, FARAÓN.



Por Abra Gadea. 
En un intento por recrear una historia de la transexualidad, se ha señalado a esta reina como ejemplo de hombre trans. Basta con saber un poco sobre la historia de las mujeres en un mundo dominado y estructurado por hombres para saber que es una mera manipulación. En este artículo voy a hacer un somero retrato de una mujer muy poco conocida pero que fue una de las grandes gobernantes del Antiguo Egipto.
El primer conocimiento que entablé de Hatshepsut fue la novela histórica La Dama del Nilo, de Pauline Gedge. Evidentemente, es una recreación de su figura y no un documento histórico, pero permite conocer a las mujeres egipcias y su papel en el poder de aquel imperio fascinante más allá de la mitificada Cleopatra.
Hatshepsut era la hija del faraón Tutmés o Tutmosis I, primer gobernante de Egipto que se hizo enterrar en el Valle de los Reyes y que llevó el ejército egipcio hasta el río Eufrates. Nació en Tebas alrededor del 1500 a. C. Hija de la esposa principal de Tutmés, la princesa Ahmose, fue la única de sus hermanos que sobrevivió a sus padres. Aunque la suya era pura sangre real y era inteligente y ambiciosa, no podía suceder a su padre. Según la religión egipcia, eran los dioses los que otorgaban la legitimidad al faraón. Las mujeres eran las trasmisoras de la sangre legítima (por eso se casaban entre hermanos) pero no las que detentaban la legitimidad para gobernar. Sólo un hombre podía ser faraón y representante del dios supremo Amón. De hecho, en lengua egipcia no existía el femenino para faraón.
Por eso mismo tuvo que aceptar que la casaran con su medio hermano e hijo de una de las esposas secundarias, Tutmés II, que no vivió mucho tiempo. Sin embargo, antes de la muerte de su marido, Hatshepsut había movido los hilos necesarios entre el clero para gobernar. Al parecer, no sólo era su orgullo lo que la llevó a ello, sino también el hecho de que su padre la hubiera nombrado heredera y además ostentaba el título de Esposa del Dios.  La oportunidad la vio cuando su marido murió sin haber tenido con ella un hijo varón. 
El visir Ineni convenció a la nobleza para declarar sucesor a un hijo de Tutmés y una concubina, un muchacho aún demasiado joven y que sería conocido como Tutmés III. Para legitimar su posición, sin embargo, debía contraer matrimonio con la hija de Hatshepsut, Neferura, matrimonio que la ahora regente fue posponiendo. 
Durante este tiempo, Hatshepsut fue preparando su camino hacia el poder absoluto. Alejó a su oponente Inani y elevó a los más altos cargos a hombres fieles como Senenmut y Hapuseneb, quien se convirtió en el equivalente de primer ministro y sumo sacerdote de Amón. Cuando se vio suficientemente segura, se proclamó faraón y además declaró ser hija directa de Amón, quien la engendró de su madre Ahmose. El clero encabezado por Hapuseneb estaba de su parte y Tutmés tuvo que aceptar la situación. 
Adoptó todos los atributos masculinos del faraón para demostrar al pueblo su legitimidad en el trono, masculinizando su nombre y haciéndose representar con una barba postiza y ropaje de rey. No obstante, nada indica que no fuera otra cosa que una estrategia política para no quedar relegada a esposa real o regente.
Hatshepsut mandó construir el templo de Deir-el-Bahari y el obelisco más alto del templo de Karnak.
En el plano militar, sofocó las revueltas nubias (la primera campaña la dirigió ella misma y el resto estuvieron comandadas por Tutmés III) y las agresiones de tribus sirio-palestinas.  Legendario es también su viaje al país de Punt, localizado probablemente en la actual Somalia. Ese viaje, realizado rio abajo, no solo sirvió para comerciar con los productos exóticos de aquella tierra, sino que fue una expedición donde se estudió de forma detallada la flora y fauna y la forma de vida y gobierno de Punt. 
A la muerte de sus aliados Senenmut y Hapuseneb y su hija Neferura, Hatshepsut se fue apartando del gobierno y Tutmés III comenzó a tomar las riendas. Cuando murió Hatshepsut y Tutmés III ascendió al poder absoluto, éste ordenó borrar su nombre de buena parte de edificios y anales. No está claro si fue en venganza por haberse atrevido a reinar como faraón siendo mujer o para eliminar cualquier intento de deslegitimar su derecho al trono por parte de la familia de la anterior monarca.
El caso es que esta mujer valiente y ambiciosa se enfrentó a todo un sistema político y religioso que relegaba a las mujeres de la familia real a meras reproductoras y trasmisoras de la sangre real y las confinaba a la vida dentro de palacio. Al cambiar de sexo en las representaciones escritas y las estelas sólo estaba afirmando su poder, un poder derivado de su linaje real y su supuesta divinidad, no una pretendida identidad de género como se lee últimamente en artículos interesados en manipular la historia de las mujeres en pro de la ideología queer. La historia de Hatshepsut no es la de un hombre trans sino una mujer que aspiraba a reinar en un sistema que la descartaba por su sexo.



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