CONCEPCIÓN ARENAL,
PIONERA
Una de las experiencias comunes
de las mujeres al acercarnos al feminismo es la ignorancia de nuestra historia
y la ausencia de referentes. El activismo LGTB (ahora encuadrado en activismo
queer) también anda en busca de referentes, lo cual es legítimo. Lo que ya no
lo es tanto es usurpar la historia de las mujeres que tuvieron que enfrentarse
a los mandatos de género de su época y transicionarlas de forma póstuma. Una de
esas mujeres que tuvo que ocultar su sexo para estudiar y publicar en prensa
fue Concepción Arenal.
Nacida en Ferrol en 1820, dentro
de una familia ilustrada, fue hija de un militar de ideología liberal cuyas
ideas le llevaron a morir en prisión bajo el régimen absolutista de Fernando
VII cuando Concepción sólo contaba 9 años. De su padre, que había cursado
estudios de derecho, heredará la firmeza en sus convicciones y el sentido de lo
que es justo.
Tras quedar viuda, su madre la
lleva, a Armaño (Cantabria), a casa de su abuela paterna, donde recibió una estricta
formación religiosa. La fe cristiana fue también uno de sus pilares ideológicos
durante el resto de su vida.
En 1935 la familia se traslada a
Madrid ya que la madre desea que sus hijas reciban educación de señoritas. Las
hermanas Arenal ingresan en un colegio donde les enseñan a comportarse en
sociedad como se espera de ellas.
Por supuesto, esa formación no
satisfacía su curiosidad ni sus aspiraciones intelectuales. Deseaba cursar
estudios de derecho y se interesaba por las ciencias y la filosofía. A los 21
años, ya fallecida su madre, que reprobaba las aspiraciones intelectuales de
Concepción, ingresa como oyente en la Facultad de Derecho de la Universidad
vestida de hombre. Se cortó el pelo y acudió vestida con levita y sombrero de
copa a clases hasta que se descubrió que era mujer. Se le autorizó a asistir a
clase después de pasar un examen satisfactoriamente acompañada a las
instalaciones siempre por un familiar varón. Por supuesto, no realizó exámenes
ni obtuvo ningún título, ya que los estudios universitarios oficiales estaban
reservados para el sexo masculino.
En 1948 se casó con Fernando
García Carrasco, al que acompañaba, nuevamente vestida de hombre, a tertulias
de café. Su marido, de ideas avanzadas a la época también permitió que
colaborase con la economía familiar escribiendo para el periódico La Iberia.
Ya viuda y con dos niños, se
traslada a Potes, donde, animada por su amigo el músico Jesús de Monasterio,
funda la rama femenina de las Conferencias de San Vicente de Paul. En este
momento se inician las preocupaciones sociales y humanitarias de Arenal y en
1860 publica el ensayo La Beneficencia, La Filantropía y la Caridad,
firmado con el nombre de su hijo de 10 años y premiado por la Academia de
Ciencias Morales y Políticas. Fue la primera mujer en obtener tal premio. Le
seguirán obras que dejan constancia sus preocupaciones sociales y sus
convicciones religiosas.
Quizá la frase que mejor resume
su visión de los delincuentes como fruto de un sistema opresor que orilla a los
más desfavorecidos al delito sea “Odia el delito y compadece al delincuente”
Como precursora del feminismo
español, en su obra La mujer del porvenir (1869) critica las teorías que defendían
la inferioridad de las mujeres por razones biológicas. Sostiene el derecho de
las féminas a todos los niveles educativos, si bien considera que no somos
aptas para cualquier oficio, ya que no estamos capacitadas para ejercer la
autoridad. Tampoco en principio era partidaria del voto, ya que era mas
importante “mantener la paz del hogar”, aunque más tarde escribiría en contra
de limitar a las mujeres al papel doméstico de madres y esposas.
Falleció en Vigo en 1893, donde
se encuentra su tumba.
Como vemos, fue una mujer de
ideas avanzadas, aunque hoy día nos parezca contradictorio defender ideas
liberales e ideales religiosos. Lo que no cabe duda es que nunca fue un hombre
con cuerpo de mujer y si adoptó vestimentas o actitudes entonces consideradas
de varón no fue sino motivada por su afán de conocimientos y poder trabajar en
una sociedad donde a las mujeres no se les permitía salir de su papel de madre
y esposa sumisa. Nunca expresó ningún rechazo a su sexo ni el deseo de ser
varón. Si se vistió de hombre o escribió firmando como hombre fue porque quería
disfrutar de los derechos a la educación y a la opinión y expresión, que
estaban reservados para ellos y hoy disfrutamos en este país gracias a la lucha
de mujeres extraordinarias como Concepción Arenal.
Abra Gadea
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